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viernes, 29 de abril de 2011

El peligro del Pitbull es su dueño...

Maltratar a una mascota puede acarrear multas de hasta 100.000 euros mientras que dar de comer a un gato callejero es exponerse a una sanción de 500 euros en algunos municipios. Desde 2007, la ley de bienestar animal protege tanto a los animales de compañía como a aquellos que se usan en laboratorios o se crían en granjas. La norma especifica las condiciones en las que debe realizarse el transporte para no causarles lesiones o malestar y establece que en los mataderos se les evitará en lo posible agitación y sufrimiento. Las mascotas pasan prácticamente inadvertidas en una ley que no satisface a nadie: ni a quienes temen la soltura con la que pasean por las calles los perros potencialmente peligrosos -sin bozal y en ocasiones sin correa- ni a sus dueños. Tampoco a educadores de animales o veterinarios. Estos últimos aseguran que los canes potencialmente peligrosos son por lo general mansos y cariñosos. Sin embargo, en el último año seis personas han perdido la vida en España tras ser atacados por rottweilers y pitbulls y muchas han resultado heridas. ¿Son animales mansos como sostienen los profesionales? ¿O se trata de seres preparados para morder y matar? Hay opiniones de toda índole, pero una coincidencia general: el peligro real no está en los animales, sino en sus dueños.
Tanto la ley de bienestar animal como el decreto de animales potencialmente peligrosos de 2002 "son meros parches", se queja Carlos Rodríguez, veterinario y director del programa de Onda Cero Como el perro y el gato. Rodríguez aboga por la creación de una ley de ámbito nacional sobre protección de animales de compañía y reprocha al PSOE que pese a incluirla en su programa electoral acabe la legislatura y con ella la promesa de hacerla realidad. "Ningún Gobierno lo ha hecho, ni del PSOE ni del PP", apunta.
Ante la falta de una normativa nacional, las autonomías legislan a su albur. Fuera de las fronteras sobran ejemplos. Italia, Alemania, EE UU, Suiza o Australia cuentan con legislaciones severas y precisas. "Claro que en esos países no hay toros", dice Rodríguez, convencido de que uno de los frenos de la regulación en España son los fuertes intereses que se mueven alrededor de la tauromaquia y el "poder oculto" tras la caza. Pese a todo, "la ley de protección animal podría nacer con una exclusión, la de los toros", aunque "tapar la violencia con la cultura no es la mejor solución", dice.
Muchas comunidades han desarrollado legislaciones sobre animales de compañía, que abarcan desde la necesaria inscripción en un registro y las vacunaciones hasta la obligación del microchip a perros, gatos y hurones, las tres especies reconocidas como animales de compañía en Andalucía, cuya legislación está inspirada en las directrices de la Unión Europea. Un millón y medio de andaluces pasean perros, 70.754 conviven con gatos y 5.577 juguetean con hurones.
La falta de un censo impide saber en España el número, siquiera aproximado, de los animales de compañía. Las asociaciones protectoras estiman que el 60% de las familias tiene mascota. El especialista Enrique Granada, propietario de una residencia canina en Navalcarnero (Madrid), lamenta las "lagunas legislativas" y echa en falta una normativa para controlar la tenencia, cría y venta de perros, exigir formación a los dueños y regular el trabajo de los educadores. "En España, cualquiera puede tener un perro. Y eso no debería ser así. Igual que se legisla sobre la tenencia de armas se debería regular la tenencia de perros. Además, cualquiera puede vender perros". De hecho, se calcula que en torno al 80% se venden ilegalmente.
Para el veterinario Carlos Rodríguez es necesario que se impulsen controles exhaustivos sobre los criadores, los profesionales sanitarios, los propietarios de mascotas o las tiendas en las que se venden. Saldría así a la luz un lucrativo negocio, sepultado bajo el manto de la economía sumergida, que escapa al control fiscal.
Cada año se venden unos 200.000 animales. La mayoría perros, aunque los expertos aseguran que la población canina es incontrolable. Las instalaciones son insuficientes, están masificadas y a menudo la única salida es el sacrificio de los individuos abandonados (unos 125.000 perros y gatos al año). Ni siquiera es posible saber a ciencia cierta cuántos de los llamados potencialmente peligrosos pululan por España. En parte porque no hay un control sobre la cría de estas razas. Granada recuerda que en países como Alemania es obligatoria su esterilización y se decanta por esta opción salvo, naturalmente, para los ejemplares destinados a la cría, una actividad que "debería estar en manos de profesionales".
En su residencia nacen razas muy exclusivas, como el bulldog francés, el labrador o el golden retriever. Algunos de estos cachorros pueden costar hasta 800 euros. "Tenemos un par de camadas al año. Criamos a los perros con responsabilidad, mirando muy bien a quién se le entregan". No es partidario de regalar perros a los niños ("no son un juguete, son seres vivos") y tiene por costumbre hacerles un seguimiento mediante un microchip una vez que han sido entregados a sus dueños.
En ANAA (Asociación Nacional de Amigos de los Animales) de Fuente del Saz (Madrid) no se adopta a un perro o gato abandonado sin antes rellenar un exhaustivo cuestionario y mantener una entrevista que convenza a los responsables de ANAA de que el adoptante será buen dueño. Lo entregan con microchip, vacunado y con el compromiso firmado de que la mascota será esterilizada cuando cumpla los seis meses. No dan al animal en propiedad, sino cedido. "Si por el motivo que sea, en tres meses o en 10 años, no puede encargarse de la mascota, no lo abandone. Devuélvanosla. Nosotros no le haremos preguntas", se comprometen por escrito. Esta asociación, subvencionada por la Comunidad de Madrid y empresas privadas, es una excepción en el sector. ANAA ofrece cursos de adiestramiento canino gratuitos y surte a Alemania y Suiza de mascotas (sobre todo, galgos cazadores). En ambos países la esterilización es obligatoria y son los animales abandonados por los españoles quienes habitan en muchos hogares alemanes y helvéticos.
Educar a los perros y a los dueños es la clave para evitar que las razas potencialmente peligrosas se vuelvan contra los humanos. No es infrecuente. Entre los seis fallecidos en España en los últimos doce meses, dos de ellos eran niños de corta edad y en los últimos 10 años ejemplares de extraordinaria agresividad e imponente envergadura se han cobrado la vida de una veintena de personas. El Real Decreto de 2002 detalla ocho razas de perros potencialmente peligrosos (pitbull terrier, staffordshire bull terrier, american staffordshire terrier, rottweiler, dogo argentino, fila brasileño, tosa inu y akita inu). Algunas comunidades encuadran también al dóberman en el catálogo.
¿Qué hace que un perro se vuelva contra su amo? Un alto porcentaje (en torno al 85%) de los ataques caninos que acaban en muerte se producen en entornos cercanos. El educador de ANAA Alfonso Espadas achaca estos comportamientos a un mal proceso de socialización del animal. "Los perros son muy moldeables y dúctiles. Los hay con mucho carácter y un educador lo que debe hacer es sacar lo mejor de ellos, no lo peor". Un buen adiestramiento puede convertir a un ejemplar agresivo en un bendito, apunta Espada, propietario de un dóberman que "es capaz de morder... a besos". En este proceso de socialización computa más el aprendizaje (un 90%) que la genética (10%).
Las razas más feroces e impulsivas se suelen corresponder con perros pequeños, como los yorkshire o los caniches. Ninguna es pura. Todas son fruto del laboratorio. El veterinario Carlos Rodríguez recuerda que el rottweiler se diseñó para proteger a los carniceros alemanes, hartos de que les robaran el dinero; el pastor alemán se crió para el control de los rebaños, y al pitbull se le fue moldeando el carácter para batirse en las peleas. Fueron manipulados según los intereses de los humanos. Como dice Espadas, "el perro no muerde de la noche a la mañana. Es un proceso. Si no se le educa bien se volverá violento. Pero el peligro no está en el animal, sino en su dueño".

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